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Nadar y aprender idiomas, son dos cosas aparentemente poco relacionadas.

Aunque cuando aún me encontraba esperando a mi primer hijo, yo ya me había decidido. Mi hijo haría dos cosas, una ser un buen nadador, la otra ser bilingüe.

Cuando una mamá decide así el futuro de su hijo, a muchos les vienen a la cabeza algunas madres de Nueva York, que hasta demandan judicialmente a las guarderías porque “horror”, los niños se dedican simplemente “ a jugar”. No tengo aspiraciones de genio para mi hijo. Sólo quiero que crezca y viva feliz, y estas dos cosas tienen mucho que ver con este plan. ¿Pero que tienen en común? ¿Y porqué decidirme por estas dos cosas en particular?

La natación y los idiomas, son salud y mejoran la calidad de vida

“Mente sana in corpore sano”. Está claro en el caso de la natación, pero… ¿ y en el caso del bilingüismo?  Está comprobado; el bilingüismo mantiene la mente sana. Estudios científicos han demostrado que el bilingüismo retrasa el alzheimer en hasta 4 años. El cerebro bilingüe, tiene constantemente que diferenciar entre dos idiomas, lo que actúa como una especie de gimnasia mental. Con respecto a la natación, los beneficios de salud son obvios, y aunque a ninguno nos gusta hablar de ciertas cosas, las estadísticas indican que los accidentes en las piscinas son una de las primeras causas de mortalidad infantil en España. Las buenas noticias es que es fácil enseñar a los niños a nadar desde el nacimiento y mantenerlos así sanos y seguros.

El momento de comenzar, si que importa

Desde las 6 semanas ya podéis ir a nadar con vuestro bebé. Y es importante hacerlo desde este momento. Los niños menores de 6 meses tienen un reflejo, que les permite mantener la respiración bajo el agua de manera espontánea, y que se pierde con la edad. Por lo tanto, hay que aprovechar la oportunidad para que el niño aprenda a bucear, y a no sentir miedo en el agua. Poco a poco, con dedicación, y ejercicios específicos, aprenderá también a flotar de espaldas. El siguiente paso es enseñarles a nadar “estilo perrito” desde el centro de la piscina al bordillo. Todo esto mantendrá a tu peque seguro.

Con respecto a los idiomas, lo ideal es aprender desde el nacimiento, y en cualquier caso, comenzar antes de los 10 meses.  Esto se debe a que existe una ventana en el desarrollo del niño (entre los 10 y 12 meses) en la cual los niños absorben los fonemas con especial eficiencia. Y hasta los tres años, los niños aprenden estos sin dificultad, lo que les ayuda a hablar el idioma sin acento alguno y sin esfuerzo. Por todas estas razones, empezar pronto es importante.

La constancia es la clave

En el caso de los idiomas, para llegar a ser verdaderamente bilingüe, se recomienda un tiempo de exposición de al menos el 20% del tiempo de vigilia. Para aprender a nadar, no hay un requisito mínimo, pero es mejor llevarlos a nadar a ratitos varias veces por semana, que hacerlo más tiempo un sólo día. Además, los muy pequeños no aguantan sin enfriarse más de 30/45 minutos en el agua . En cualquier caso, la regularidad y la práctica hacen la perfección.

La participación familiar y del entorno les ayuda a superarse

¿Natura o nurtura? ¿Somos como nacemos o cómo nos hacemos?  Amy Chua, la madre china más famosa y controvertida del momento, obligaba a sus niñas a practicar música clásica durante horas bajo su supervisión, sin darles tregua y hasta que lo hicieran bien.  Lo mismo hizo con las matemáticas, las ciencias y demás asignaturas hasta que sus hijas llegaron a Harvard (y por supuesto, nada de clases de teatro ni “tonterías” similares). Sin llegar a los extremos de Chua, es cierto que los niños disfrutan más de aquellas actividades que por medio de la práctica, aprenden a hacer realmente bien desde pequeños. Y que a cambio les proporcionan reconocimiento. Conseguir esto forma parte de nuestro trabajo de padres y cuidadores.

Disfrutar del agua y superar miedos, es fácil al rededor de la familia y amigos. Si visitáis una piscina con regularidad, los niños aprenderán a relajarse y lo asociarán con un momento divertido y con estímulos positivos. Nadar, además de ser sano y ayudar en el desarrollo motor, ayuda en el aspecto psicológico. Desarrolla vínculos afectivos con los familiares y proporciona sensación de autoconfianza, pues los niños se sienten más independientes, ya que consiguen desplazarse cuando aún ni siquirera andan.

Como comentábamos, para ser bilingüe es esencial que se empiece pronto, se practique durante un número mínimo de horas y que todos se involucren, tanto si el aprendizaje se desarrolla bien, cómo si aparecen dificultades. Este último punto es clave, pues algunos niños bilingües se quedan atascados y se frustran porque nadie parece entenderlos bien. Ante tal situación la respuesta es clara: Es necesario reforzar la lectura y los juegos que proporcionen interacción. Esto sólo puede conseguirse con ayuda de todo el entorno.

En conclusión:

Si quieres que tus hijos se desenvuelvan como peces en el agua – literalmente, y metafóricamente con los idiomas-, recomendamos unas pautas sencillas. Empezar pronto, dedicarle el tiempo suficiente, ser constantes y proporcionarles todo el apoyo de familiares y cuidadores.

Aprender de manera natural, sencilla y desde el nacimiento, es un regalo que acompañará a vuestros hijos durante toda la vida. Y además, los mantendrá sanos y seguros.